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miércoles, 14 de octubre de 2009
El negocio de nuestra indiferencia
Las grandes ciudades se han dado cuenta del negocio que se puede hacer de poner las cosas complicadas al ciudadano. Desde que se instauró la polémica ley callejera, por la cual los ayuntamientos se apoderan de un espacio público como son las calles para abusar de los conductores que si fuera por pocos impuestos que pagamos añadimos la imposibilidad de aparcar en la ciudad a no ser que sea a precio de oro. Me parece del todo inmoral, entre otras cosas por lo ya mencionado que la calle es de todos y no del ayuntamiento y porque las zonas verdes creo que rozan lo ilegal puesto que yo como ciudadano que pago los impuestos que me corresponden, tengo menos derechos que un vecino que esté situado delante de la zona verde y que por un precio miserable mensual puede dejar el coche estacionado, mientras que yo tengo que pagar un precio desorbitado y encima solo tengo derecho a una hora y luego vuelta a empezar. Entonces llegamos al punto que quiero destacar del artículo, recientemente he tenido que aparcar en este tipo de zona, y curiosamente los parquímetros no funcionaban, pero entonces llega el dilema, te ponen un teléfono en caso de incidencias que curiosamente es un 902 cuyo precio por minuto es de más de un euro, la cual cosa me mosquea bastante puesto que si no pongo ticket me multan, pero si llamo me va a costar entre tres y cuatro euros como mínimo por un problema que no es mío, con la cual cosa el negocio está servido, puesto que por aparcar en la zona me ha costado cerca de diez euros por una hora. Creo que abusar así del ciudadano no es moral, y es una de las principales razones que vivo en un pueblo, porque Barcelona como otras ciudades se ha convertido en territorio MCPS (moros, chinos, peruanos y “sudacas”) que son los únicos que consiguen pagar los alquileres abusivos, puesto que se meten a puñados en los pisos, y para los negocios es decir oficinas. Y creo que eso no es justo para gente como yo que he vivido toda la vida en la ciudad y tengo que emigrar por la imposibilidad de vivir en la ciudad cosmopolita.
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